Lorenzo de Benito y Endara

Salmantino, su padre era ingeniero de canales y puertos, lo que acaso pudo introducir desde edad temprana una visión de la ciencia y la técnica no siempre común a los juristas decimonónicos. En el mismo sentido, empezó en Valencia, junto con los estudios en Derecho, también los de ciencias; pidiendo luego el traslado de ambas carreras a Madrid. Allí acabó doctorándose a una edad tardía para la época, veintiséis años, si bien antes de obtener tal grado se dedicó a la administración civil, en el Ministerio de Ultramar. Desde sus treinta y un años fue ya siempre profesor —además de abogado— sucesivamente en las Universidades de Salamanca, Valencia, Barcelona y finalmente de la Universidad Central de Madrid. Desempeñó también muchos otros cargos y dignidades, como su pertenencia a la Real Academia matritense de legislación y jurisprudencia; a la Real Sociedad Económica de amigos del país de Valencia; a la Societé de Legislation Compareé de París; académico de la de Legislación y Jurisprudencia de Barcelona; y hasta gobernador civil de Gerona —durante el gobierno de Canalejas—, entre otros cargos y empeños.

Su formación y condición científica tienen mucho que ver con su claro perfil liberal, progresista y demócrata, además de krausista. Ello comportó no sólo su apertura y recepción de las doctrinas y normas europeas, sino también su contacto con la corriente intelectual más activa de la academia española del momento. Su enfoque y método, más moderno y técnico que el de cualquiera de sus contemporáneos mercantilistas, determinó su éxito y relevancia. Aportó sobre el Derecho mercantil patrio, antes incluso de que alcanzara al ámbito civil, la nueva dogmática jurídica de Savigny. Quizá este nuevo pensamiento le permitiese diferenciarse de sus coetáneos al defender la directa vinculación del Derecho mercantil con el civil, sobre la base de un corpus común de principios informadores, necesario para comprender e interpretar las normas mercantiles, especiales pero no autónomas.

La obra de Benito y Endara es tan fecunda como prolija. Tradujo del inglés (John Stuart Mill, La libertad); del italiano (David Supino, Derecho mercantil, entre otros); y del alemán (Gustav Schmoller, Política social y Economía política, entre otras traducciones). Fue autor de numerosos artículos (literarios y jurídicos); así como de cuantiosas conferencias; y no menos de cuatro grandes obras de Derecho mercantil, además de otras tantas obras intermedias. Quizá podría destacarse el «Manual de Derecho mercantil de España y de las principales naciones de Europa y América», con cuatro ediciones, como obra que contendría todos los aciertos de su ciencia y que bien podría pasar como la obra que abriría un nuevo y fructuoso siglo para el estudio del Derecho mercantil español.