James Bryce

James Bryce nació en Belfast en 1838, en el seno de una familia de escoceses presbiterianos de clase media emigrados a Ulster a finales del siglo XVIII. Tras ejercer la abogacía durante varios años en Londres una vez graduado en Greats por Oxford, y gracias a la notoriedad que le había concedido su ensayo histórico The Holy Roman Empire, accedió a la cátedra oxoniense de «Regius Professor of Civil Law» en 1870. Durante las dos décadas siguientes participó activamente en la revitalización de los estudios de Jurisprudence junto con sus compañeros Anson, Dicey, Holland y Pollock, hasta que abandonó el mundo académico para dedicarse a la vida política (adscrito al liberalismo de corte gladstoniano, ocupó todo tipo de cargos políticos) y, ya entrado el siglo XX, diplomática, como Embajador británico en los Estados Unidos.

Su influencia en la dogmática constitucional se debe fundamentalmente al éxito de su distinción entre constituciones flexibles y constituciones rígidas, enunciada por primera vez en una conferencia de 1884, en la que trazaba una comparativa entre el modelo imperial británico y el romano. Cuando Bryce publicó sus lecciones impartidas en 1901 e incluyó un pequeño ensayo con el texto de la conferencia en la que presentó la taxonomía, esta ya era célebre: Dicey la había adelantado de manera profusa en sus Introductory Lectures to the Study of the Law of the Constitution en 1885 («la cualidad que mi amigo Mr. Bryce ha denominado acertadamente, en una lección no publicada, la “flexibilidad” de la constitución británica»).

Al margen de la popularidad de esta clasificación, The American Commonwealth (1888) es su referencia más glosada. Este tratado sobre el sistema constitucional estadounidense incluía dos innovaciones que hicieron que durante las cuatro décadas inmediatamente posteriores a la publicación del libro Bryce desbancase a Tocqueville como el autor de referencia sobre el sistema político estadounidense: el análisis pormenorizado de las constituciones de los distintos estados, por un lado, y una de las primeras grandes aportaciones sobre el rol constitucional de los partidos políticos, por otro. Su apuesta por una metodología comparada, centrada en buena medida en subrayar las similitudes y diferencias entre la teoría y la práctica constitucional de Estados Unidos y de Gran Bretaña, así como su énfasis en los aspectos sociológicos del sujeto anglosajón y su impacto en el sistema político («las constituciones son expresión del carácter nacional») dieron gran popularidad a la obra, que se distinguía de otras comparaciones iusconstitucionalistas contemporáneas de factura mucho más clásica como la de John William Burgess. El propósito de Bryce con la obra, en un momento en el que se comenzaba a debatir la pertinencia de federalizar el Imperio británico, era precisamente presentar el sistema estadounidense a sus compatriotas: no en vano, durante el proceso de redacción de la obra ejerció como Chair de la Imperial Federation League en Oxford.

El colofón a su impulso por el método comparado y por una mayor incidencia en aspectos no solamente legal-formales llegaría con la publicación de Modern Democracies en 1921. Concebido a comienzos de la década anterior y retomado tras el fin de la Gran Guerra, esta obra de vocación enciclopédica y tono ciertamente pesimista trajo consigo que Bryce haya sido considerado por muchos como una referencia obligada a la hora de explorar el proceso de construcción disciplinar de la ciencia política moderna.