Jacobo de las Leyes

El Maestro Jacobo, hijo de una historia aún brumosa y de contenido incierto, ganó su fama y su fortuna no por su linaje o hacienda, sino por cuanto dio al rey y al Derecho de Castilla. Se desconoce su origen, del que se dice que pudo ser florentino o boloniense, pero también un español que, de sus estudios en Bolonia, pudo traer sobrenombre italiano además de su doctorado en Derecho. Su propio nombre real, —olvidado o discutido entre Pagán, Ruíz o Guinta (de la Junta)— quedó sustituido por un “De las Leyes” que no sólo le acompañó, sino que se hizo suyo. Como de tal, “De las Leyes” fue la titularidad de sus fundos, sus honores, su sepulcro en la Catedral de Murcia, y el propio apellido que legó a su viuda y a su hijo, Bonajunta de las Leyes.

Caballero Juez del Rey Alfonso X, maestre de entre los principales del Rey, y ante todo doctor en Leyes, Jacobo obtuvo heredades y privilegios en Alicante, Sevilla y Murcia. En esta última fijaría su casa, familia y su vida, cuando la edad le impidió seguir la corte itinerante de Castilla. Allí, además de ser nombrado caballero mayor y Partidor —dignidad entre de Juez y de Alcalde de las tierras Murcianas—; desarrollaría su obra jurídica que también es la propia del Derecho hispano. Tal empeño, así como la propia redacción de las Partidas que —al menos en parte— se haría en Murcia, hubo también de apoyar la concesión del monarca de los terrenos y haciendas a los dominicos para el estudio, germen de la Universidad.

Como autor, además de las obras que firmó con su nombre, puede considerarse a Jacobo de las Leyes como autor —aunque no fuera único— de la obra legislativa Alfonsina. Tanto el Fuero Real como el Espéculo, las Siete Partidas y el Setenario se deben a la voluntad y la empresa de Alfonso X el Sabio, pero no a su propio puño. Principal de los juristas de la corte, como Triboniano lo fuera para el Corpus iuris civilis, suya hubo de ser buena parte de la autoría material de tales obras (sin olvidar la participación también de los maestros Roldán y Fernando Martínez). No en vano, el legado de los escritos que sí suscribe son espejo y sustrato de esas mismas normas.

Sus propios títulos supusieron el nacimiento de la ciencia jurídica en España, en cuanto a la incorporación del método propio del Derecho culto, conforme a la práctica de los glosadores. Esta doctrina, nutrida y nutriente de la obra legislativa del monarca, permite la incorporación del Derecho común en la Península como instrumento jurídico técnico, aun adaptado en cuanto se estimó oportuno. Con todo, las obras de Jacobo de las Leyes siempre mantuvieron un carácter eminentemente práctico, respondiendo a la acuciante necesidad de su tiempo. Así, la Suma de los nueve tiempos expone y detalla el proceso, dividido en nueve tiempos, como fases del desarrollo del juicio (importando la sistemática de sus estudios en Italia). Las Flores del Derecho, por su parte, evoluciona la sistemática en libros en los que se expone el proceso no ya en una guía pautada de su desarrollo sino en un estudio doctrinal, dividido en libros que trataran las distintas materias conforme a una sistemática jurídica, desde los propios intervinientes en el juicio hasta la sentencia que acabaría con el pleito. En fin, el Doctrinal de los Pleytos supone un mayor enriquecimiento y detalle de las Flores, en íntima conexión —cuando no identidad— con el texto de las Partidas; de las primeras fuentes doctrinales en romance castellano, de verdadera sustancia universitaria.