Johann Gottlieb Heinecke («Heineccius» o «Heinecio»)

Heinecke, que firmaba sus escritos con la versión latinizada de su apellido, «Heineccius», y que en España e Italia era conocido como «Heinecio» (o «Heineccio»), fue un importante jurista y filósofo alemán de la primera mitad del siglo XVIII.

Nacido en Eisenberg (Turingia), su padre, que era profesor, falleció cuando nuestro autor apenas contaba 11 años, razón por la que el joven Johann Gottlieb pasó a depender de su hermano mayor, Johann Michael, quien llegaría a convertirse en un conocido predicador luterano. Acaso por influencia de éste, la primera vocación de Johann Gottlieb fue la teológica. En 1698 inició sus estudios de teología en Leipzig, que culminaría en 1703 y que, en 1713 le permitieron ser nombrado Profesor de Filosofía en Halle, ciudad a la que Johann Gottlieb se había trasladado siguiendo a su hermano, quien se había establecido en ella. Pero ya antes de esta fecha había empezado a interesarse por el Derecho, tal vez a raíz de haber sido preceptor de los dos hijos de un Conde ruso que cursaban tales estudios. En las fuentes consultadas no consta cuándo empezó sus estudios jurídicos; pero sí la fecha en que los culminó: 1716. En 1720 fue nombrado profesor de Derecho en la Universidad de Halle, más tarde en Franeker (1723), Frankfurt (1727) y de nuevo en Halle (1733), lugar donde permaneció hasta su fallecimiento.

En la obra de Heinecio conviven claramente dos tendencias: La del filósofo del Derecho y la del cultivador del «Ius Commune». En su faceta de filósofo se le puede adscribir a la escuela del Iusnaturalismo Racionalista, junto con Grocio o Puffendorf, alguna de cuyas obras llegó a comentar (véanse sus obras completas). Pero, como también era jurista práctico, incluso en su faceta de filósofo, su preocupación fundamental era, tal y como destaca De Pablo Contreras (en «Juristas Universales», 2004), descender de la teoría a la práctica: convertir el Derecho natural en jurisprudencia, transformar lo ideal en aplicable y aplicado. Su gran obra filosófica fueron sus «Elementa Iuris Naturae et Gentium», que, como en seguida veremos, ejerció una gran influencia en España.

Aparte de su faceta filosófica, Heinecio fue un cultivador del Derecho romano, como no podía ser de otra manera en su época, pudiéndosele adscribir, por su forma de afrontar el examen de los textos romanos, a la corriente metodológica conocida como «Usus modernus Pandectarum», a la que también pertenecía su maestro Samuel Stryk, y que alcanzaría sus últimos desarrollos con Glück. Pero también dedicó algunos esfuerzos al estudio de ramas «nuevas». Así sus «Elementa iuris Germanici» constituyen la primera exposición extensa del Derecho civil alemán, y algunos de sus trabajos inciden en materias que hoy se adscriben al Derecho mercantil y en las que la labor de Heinecio se puede considerar casi fundacional, como sus «Elementa Iuris cambialis». A propósito de esta última obra, señala De Pablo Contreras (en la obra antes citada), como ejemplo del prestigio que Heinecio llegó a alcanzar, el hecho de que en 1771 una ordenanza polaca elevó esta obra al rango de Derecho supletorio, en defecto de prescripciones expresas de la misma ordenanza.

Junto con su labor genuinamente investigadora y divulgadora, Heinecio también ejerció como editor de obras ajenas, publicando las «Observationes» de Cuyacio y el «Dictionarium Iuridicum» de Brisson. Asimismo publicó y anotó las obras de Vinnio y escribió el prefacio de otras varias obras.

La repercusión e influencia de la obra de Heinecio en toda Europa, fue enorme. A ello contribuyó, sin duda, la claridad y pulcritud de su estilo; cuestión esta que le preocupaba tanto que llegó a escribir una monografía denominada «Fundamenta Stili Cultioris»; pero además de este estilo claro y elegante, con abundantes referencias al mundo clásico, también hay que tomar en consideración su uso del método axiomático, basado en principios y deducciones y a que, como señala Francisco Sánchez Blanco (en «El absolutismo y las luces en el reinado de Carlos III», Marcial Pons 2002), sus exposiciones estaban redactadas pensando en la enseñanza (eran breves y claras) así como a la circunstancia de que aunque su fe era luterana, su concepción se aproximaba bastante al espíritu dominante en las facultades católicas (aunque a Taparelli no le convencían sus planteamientos).

Una buena muestra de su influencia en nuestro país se encuentra en la gran cantidad de sus obras que fueron traducidas al español: El «Tratado de las antigüedades romanas», en dos tomos, los «Elementos de Derecho Romano» así como la «Historia del Derecho romano» y sus anotaciones a Vinnio. Aparte de ello, sus «Elementa Iuris Naturae et Gentium» tuvieron una gran repercusión en nuestro país pues, ya en el Siglo XVIII, este libro se convirtió en el libro de texto de «Los Reales Colegios de San Isidro» (el germen de la que luego sería Universidad Central y, más tarde, Complutense) donde se convirtió —dice De Pablo Contreras— en un importante foco de difusión de los planteamientos liberales. Años más tarde, llegado ya el Siglo XIX y tras la fundación de la Universidad Central de Madrid, volvió a ser el libro de texto oficial para la asignatura de Derecho natural.

A su fallecimiento, su hijo Johann Christian Gottlieb hizo publicar las obras completas de su padre en una edición que alcanzaría los 9 volúmenes en los que se abarcan prácticamente todos los campos del Derecho.