Fue, con justicia, mucho más conocido como «Clarín». No en vano, su producción jurídica es apenas anecdótica, lo que se hace más patente en contraste con su relevancia como autor literario ---o pensador crítico, informado también por el Derecho pero no concretando su pensamiento sobre él---. Estudió no demasiado, durante poco tiempo, una carrera de Leyes para la que no tenía una gran vocación, y en la que no obtuvo notables resultados («sin saber por qué ni para qué», afirmó). Empezó entonces los estudios de Filosofía que, aunque no concluyeron, apuntaron empero a lo que sería desde entonces su forma de aproximación al Derecho, que inspirarían su doctorado y su breve producción posterior. Todo lo anterior no empece la relevancia inversa, que sobre su pluma pudo tener su formación jurídica general, o el
Su obra propiamente jurídica puede concretarse en no más de tres o cuatro obras (como reconoce el autor en las declaraciones de méritos por él suscritas, en su hoja de servicios). Entre éstas, su tesis doctoral sobre El Derecho y la moralidad; y, sobre todo, el Prólogo a La lucha por el Derecho, de