Antonio Martínez, conocido como de Nebrija ---por la forma latina Nebrissa de su Lebrija natal---, así como por el sobrenombre ---tardío--- de Elio, estudió primero en Salamanca y después, durante una década, en la Universidad de Bolonia, como becario del
Como el genio que fue, proyectó su talento y visión sobre cuantos campos del conocimiento quedaron a su alcance (alcanzando, además de la filología, la astronomía, pedagogía, pesas y medidas, o el propio Derecho, entre tantas otras materias), partiendo de la gramática como la base sobre la que penetró en los mismos, como una clave común a toda ciencia. Adelantado del Renacimiento, primero de los humanistas en España ---sin perjuicio de su oposición a
No siendo Antonio de Nebrija un jurista, su Lexicon iuris civilis alcanzó sin embargo las veinticinco ediciones a lo largo de Europa en los siglos XVI y XVII. Pero además, y sobre todo, Antonio de Nebrija aportó a la ciencia jurídica una singularidad excepcional: el análisis crítico ---académico, se entendería hoy--- del texto jurídico glosado. Largo tiempo en el medievo, desde el nacimiento de la Glosa, se asumió la razón casi mítica del texto justinianeo y del gran glosador. Antonio, como humanista, rechaza tal asunción y confronta intelectualmente los materiales y las fuentes, revelando las carencias, inseguridades y errores de los maestros medievales ---además de las interpolaciones sociales y políticas que de su tiempo se arrastró inevitablemente al comentario y la glosa---. En palabras del autor, en sus propias anotaciones, «Dime, Accursio, ¿de qué puedes gloriarte de explicar y suplir las leyes si las que el legislador expresó claramente tu las envuelves en oscuridades?». Erró y omitió en algunos de sus análisis, por falta de profundidad jurídica (que él mismo reconoce «porque yo no tenía claro conocimiento de las mismas, ya que no todos lo podemos todo»), pero abrió las puertas un nuevo estudio crítico de las fuentes romanas, que florecería en